En Mongolia la población de caballos -aproximadamente tres millones– es similar a la cifra de habitantes en un país que con 1,5 millones de kilómetros cuadrados de superficie es tres veces más grande que España. Los mongoles se han ganado la reputación de ser los mejores jinetes. Los niños del campo aprenden a montar a caballo cuando tienen entre 3 y 5 años y empiezan a competir entre los 6 y los 12.
Resistentes, y de larga vida
Los caballos mongoles son una raza fascinante, adaptada a sobrevivir en las condiciones más extremas del planeta. Durante los meses fríos los caballos mongoles suelen perder el 30% de su peso corporal, una circunstancia que les obliga a sobrealimentarse durante el verano y el otoño con el fin de almacenar reservas suficientes para poder sobrevivir a un nuevo invierno. Y lo consiguen porque a pesar de las duras condiciones climatológicas que soportan se calcula que un caballo mongol puede alcanzar los cuarenta años. Con inviernos que alcanzan los -40ºC y veranos de más de 30ºC, estos animales han desarrollado una impresionante resistencia. Están acostumbrados a sobrevivir estos inviernos con poca ración de comida, y a resistir con escasa agua en el desierto del Gobi.
Los mongoles, temidos en toda Eurasia
Durante siglos, Gengis Kan y otros ejércitos mongoles nómadas utilizaron carros y guerreros montados para atacar al sur de la Gran Muralla en dirección a Europa. En el siglo XIII, Gengis Kan estableció un imperio que se extendía desde Hungría hasta Corea y desde Siberia hasta el Tíbet después de ganar reconocimiento en Europa como los “Jinetes del Infierno”. Los mongoles podían cabalgar más de 130 kilómetros al día gracias a su entrenamiento mientras viajaban por paisajes difíciles como desiertos y montañas, intransitables hasta su llegada. Mi país natal, Hungría fue devastado por las hordas mongolas en el siglo XIII.
Genghis Khan aprovechó las cualidades extraordinarias de sus caballos para expandir su imperio, ya que los caballos mongoles pueden galopar 10 kilómetros sin descanso, permitiendo que sus ejércitos recorrieran vastos territorios.
El caballo de guerra mongol era mucho más avanzado que cualquier otra raza de la época. No necesitaba mucha agua y podía pasar largos periodos sin ser alimentado con cereales como los caballos europeos, lo que lo hacía mejor para las campañas invernales contra Rusia. Su capacidad para encontrar comida bajo la nieve también le ayudaba durante la batalla, porque podía sobrevivir a la caballería enemiga.
La única desventaja del caballo mongol en tiempos de guerra era que era más lento que otros caballos. Sin embargo, esta debilidad solía compensarse con el hecho de que llevaba menos peso que la caballería enemiga. Cada guerrero solía llevar consigo al menos de 3 a 5 caballos de repuesto para volver a montar.
Un papel central en la cultura mongola
Los caballos han sido parte fundamental de la vida nómada en Mongolia desde la época de Genghis Khan. Los pastores continúan utilizando técnicas ancestrales para su manejo, lo que asegura que estas tradiciones, al igual que la raza, perduren a lo largo de los siglos. Los caballos no solo son medios de transporte, sino que también protagonizan rituales y festivales como el Naadam, donde compiten en carreras que pueden extenderse por kilómetros. Los jinetes suelen ser jóvenes, lo que refleja el arraigo de estas tradiciones.
En la actualidad
Fuera de la capital, Ulaanbaatar, los caballos siguen siendo el principal medio de transporte en Mongolia. Son valiosos por su leche, carne y pelo; de hecho, las yeguas son ordeñadas seis veces al día durante los meses de verano. Las familias utilizan la leche de yegua para hacer airag, una bebida ligeramente alcohólica que se obtiene fermentando leche de yegua. La leche de yegua también se ha utilizado en ceremonias antiguas en ritos de purificación, así como en oraciones y bendiciones. El pelo de los caballos se utiliza para crear instrumentos musicales llamados morin khuur.